Cuando la vi a lo lejos, tirando de una sencilla maleta azul celeste, lo comprendí todo: Dentro traía el universo, los estelares espacios donde son bellas las leyes más devastadoras, donde todo cambia y permanece eterno, donde nada se puede explicar sin que resulte absurdo. Me acerqué a la escalera y creo que nos miramos a la vez. La ciudad desapareció de pronto, la estación pasó de ser un lugar a ser un tiempo, el tiempo se internó en una especie de turbión perdido en sí mismo, la realidad dejó de ser algo externo para convertirse en una vivencia íntima. Creo que no olvidaré con facilidad sus palabras: “cuando salgas de mis brazos, si es que alguna vez lo haces, no sabrás ni quién eres”